16.4.16

UN DÍA EN FNAC.

Discúlpeme,
sí: le estoy sonriendo a usted.
Usted, padre
aparentemente modélico
que acaba de gastarse
mi sueldo de un mes
en un smartphone
para que su hijo preadolescente
sea un poco menos "smart"
el día de mañana.

No necesito
miradas de condescendencia:
probablemente mi CI
sea mucho más elevado
que el muchacho de la Fnac
que le acaba de recomendar
cuál es la mejor impresora láser
del mercado.

Hola, señora:
no me evite la mirada...
Si yo no la juzgo
porque se haya llevado a casa
el último pisapapeles
de Julia Navarro,
no lo haga usted conmigo.

Al fondo, donde los libros:
ay bonita...
Si supieras
que en breve podrías
estar vendiendo
un poemario con mi nombre,
dejarías de mirarme
por encima del hombro.

Porque sí,
escribo.
Y también soy actriz:
ésto va para ti,
chico del sombrero...
Porque
no llevo el chaleco mágico
de cuatro letras,
pero soy capaz de saber
que "Al final de la escapada"
no es
ni de lejos
la mejor película de la Nouvelle Vague.

Siento que te hayas dejado engañar.

Aunque yo, a mi modo,
puede que también engañe:
he optado por sonreírte
sin saber tu reacción
y tras cinco horas de pie
quizás sólo tuviera
ganas de escupirte.

Buenas tardes,
"¿le puedo hacer una pregunta?"
-Qué bien,
alguien que no sale huyendo
y me mira 
directamente a los ojos-

Presa de la incertidumbre
le pregunto qué tal
y la amable señora
vestida de invierno amargo
me pregunta que qué tal yo:
y es que llevo tantas horas
sintiéndome una autómata
que no sé
ni qué contestar.

Gracias
por dejar de mirarme
y ver
que detrás de la azafata
hay una persona:
hoy soy yo,
mañana quizás también...
Pero pasado
podría ser su hija. O su nieta.

Gracias
por hacerme sentir bien
sin esperar
nada a cambio:
y es que el día que consiga
ganarme la vida
con mi profesión
y no con esta puta mierda
un trocito de mi luz
llevará su nombre.





13.4.16

DIECISIETE.

Es como si te viera:
1'80
la cara llena de pecas
y un ego que daba ganas
de correrte a ostias
un día sí...
Y al otro también.

Yo no me quedaba corta:
gafas verde pistacho
vestidos baby-doll
y una curiosa predilección
por las causas perdidas
que aún me dura hoy en día.

Madrid, el Moby Dick,
un puñado de canciones intensas
que hoy llenarían el Libertad
y una poca vergüenza
capaz de protagonizar
el próximo taquillazo de Tarantino.

Stand-by
protagonizado por un cruce de acusaciones
digno del Sálvame Deluxe.

Quiero creer
que por orgullo
¿orgullo?
o quizá amor propio
acabé contigo
de la única forma
que no comportaba
consecuencias penales:
te borré del messenger.

Agujero espacio-temporal
de nueve años y algún día:
Londres, una ciudad alemana
de nombre impronunciable
y Madrid de nuevo.

Acabé la carrera
me crecieron las tetas
y sí, tú sigues teniendo pecas.

No veo el botón de reset
debo tener las gafas sucias
prueba con el mando de la tele
que creo que eso de volver a empezar...

Creo que ya nos toca.

2.3.16

JENNA JAMESON

Me he tragado
 tantas cosas
a lo largo
 de mi vida

que ríete tú 
de Jenna Jameson

en sus tiempos mozos:

mentiras, puertas, mocos
y algún que otro falo
cuyas dimensiones
harían que la Virgen María
evolucionase
en uno de los monetes de whatsapp.

Elegiste ser aborto
pudiendo haber sido
la obra de arte más cara
de la última edición de Arco:
eso también me lo tragué,
aunque reconozco
que se me hizo bola.

En un día bueno,
podía tragármelo
incluso sin que me lo pidieras...
Hasta que aprendí
que tener arcadas después
de cenar en el senegalés
de Mesón de Paredes
-porque sí,
los días buenos
siempre íbamos allí-
era un precio demasiado
caro
por un simple error de 1,80
con el pecho lleno
de dudas.

En un día malo,
habría hecho una papilla
con mi orgullo
y te habría obligado
a comértelo
con una sonda nasogástrica
hasta que te saliese por las orejas...

Porque tú nunca fuiste muy de tragar:
por algo tuve que aprender
de Jenna Jameson.